Decir adiós no es tarea fácil, a veces es tarea obligada porque no nos queda otra salida, otras es algo elegido, sea como sea el despedirse en doloroso, implica soltar, desprenderse de algo que hemos querido, anhelado o deseado, de algo con lo que hemos disfrutado o considerabamos que era «nuestro».
Que las perdidas conlleven dolor no implica que conlleven sufrimiento, ambos conceptos son bien distintos. El sufrimiento proviene de regodearse una y otra vez en el dolor y no permitir que acontezca el agradecimiento por todo lo otro que si esta, aunque en el momento de la perdida de lo querido sean pocos los consuelos para uno.
Permitirse vivir el dolor, el duelo, respetar los tiempos y las maneras que cada uno necesita para reponerse a esto y mirar hacia el frente tratando de integrar esa situación de perdida dentro de nuestra historia personal nos ayudara a ir allanando el camino y volverá estar más conectados con el día a día y el presente.
Quizás sea el paso del tiempo, quizás sea el agradecimiento a lo que sigue, quizás sea el lamerse las heridas uno mismo y el saberse acompañado por otros muchos que se vieron en circunstancias similares a las tuyas lo que poco a poco te de consuelo, lo que poco a poco te ayude a mirar las heridas e integrarlas dentro de tu historia sin que duelan tanto.
Que a decir adiós también hay que aprender, y que no es tarea fácil, que la vida es un continuo proceso de aprender a apegarse y desapegarse y que cada persona lo hace lo mejor que sabe, lo mejor que puede….
El amor a uno mismo y el agarrarse a la luz, ya sean luces que creemos o reconozcamos en nuestras vidas o luces que nos ofrezcan desde fuera, hará que poco a poco esa perdida duela menos, hará que la integremos.Lo que si es necesario es que realicemos el ejercicio de despedirnos, de soltar de decir adiós, porque aunque sea con dolor será lo único que nos liberara.
«Solamente cuando oponemos resistencia a lo que Es y lo sustituimos por lo que TENDRIA QUE SER es cuando nos quedamos enganchados al sufrimiento» Anónimo
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